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Crianza
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

Cómo ayudar a un adolescente con ansiedad

El acompañamiento de los adultos de referencia y la detección temprana de señales de alerta son clave para que el menor aprenda a identificar las situaciones que le generan malestar y estrategias adecuadas para hacerles frente

Si el adolescente experimenta ansiedad de forma intensa o persistente será importante buscar ayuda profesional especializada.
Sonia López Iglesias

La ansiedad es una emoción primaria e inevitable en la experiencia humana. Actúa como un sistema de alarma natural ante situaciones percibidas como amenazantes, estresantes o peligrosas. Su función es advertirnos, prepararnos y movilizarnos frente a posibles riesgos, ya sean reales o imaginarios. Una emoción que es frecuente durante la adolescencia, una etapa de desarrollo marcada por cambios físicos, psicológicos, emocionales y sociales. Un momento en el que la ansiedad puede manifestarse a nivel físico —como tensión muscular o palpitaciones— y emocional, con sentimientos de inquietud o preocupación. Cuando se presenta de forma persistente, puede afectar la autonomía del adolescente y dificultar su capacidad para enfrentar situaciones cotidianas.

Existen múltiples factores que desencadenan ansiedad en los adolescentes. Entre los más comunes se encuentran la presión académica, las dificultades para establecer relaciones sociales, los retos que implican los cambios físicos y emocionales, la sobreexposición a las redes sociales y experiencias traumáticas, como el acoso escolar o la pérdida de un ser querido.

La ansiedad puede tener un impacto significativo en la vida del menor, afectando tanto su salud física como emocional. Es frecuente que se presenten síntomas como fatiga, dolores de cabeza, palpitaciones, problemas digestivos, insomnio, así como sentimientos persistentes de preocupación, irritabilidad o tristeza. Este malestar también puede perjudicar su rendimiento académico, dificultar la concentración y reducir su motivación ante los aprendizajes. Además, las relaciones sociales suelen deteriorarse, ya que la ansiedad puede generar aislamiento, dificultades para comunicarse o miedo al juicio de los demás. En conjunto, efectos que pueden interferir gravemente en las actividades cotidianas del adolescente y limitar su bienestar general.

Es fundamental que los adultos de referencia —padres, docentes o cuidadores— acompañen al adolescente en la gestión de su ansiedad. Su apoyo será clave para identificar las situaciones que le generan malestar y para ayudarle a desarrollar estrategias adecuadas para poder hacerles frente. Escuchar activamente, validar sus emociones y fomentar un entorno seguro y comprensivo son pasos esenciales para ayudarle a desarrollar herramientas emocionales saludables y fortalecer su bienestar.

Escuchar activamente, validar sus emociones y fomentar un entorno seguro es esencial para ayudar al joven.

Seis consejos para ayudar a un adolescente a hacer frente a la ansiedad

  1. Construir un entorno familiar donde se sienta escuchado y comprendido es esencial para su bienestar emocional. Fomentar un espacio donde pueda expresar con libertad sus emociones, necesidades o preocupaciones, sin temor al juicio, le permitirá sentirse seguro, protegido y apoyado. Este tipo de comunicación abierta fortalece la confianza y facilita la detección temprana de signos de malestar.
  2. Establecer rutinas saludables —como una alimentación equilibrada, la práctica regular de ejercicio físico y un horario de descanso adecuado— que contribuyan a brindar al joven estabilidad en un momento vital, lleno de cambios y nuevos desafíos. Estos hábitos no solo benefician su salud física, también fortalecen su capacidad para afrontar el estrés y regular la ansiedad de forma más eficaz.
  3. Observar y detectar a tiempo las señales de alerta que puedan indicar ansiedad en un adolescente es fundamental para brindarle el apoyo adecuado. Algunos de los signos más comunes incluyen un aumento en la irritabilidad, cambios bruscos de humor, dificultad para concentrarse, rechazo a ir al instituto, preocupaciones excesivas y persistentes, así como somatizaciones físicas como dolores de cabeza, problemas gastrointestinales o tensión muscular. También pueden presentarse alteraciones en sus patrones del sueño, como insomnio o despertares frecuentes, y variaciones en los hábitos alimenticios, ya sea por exceso o falta de apetito. Reconocer estos indicadores permitirá al adulto intervenir de forma adecuada y prevenir un empeoramiento del cuadro ansioso.
  4. Validar las emociones del adolescente, sin minimizar su importancia ni emitir juicios, es esencial para que se sienta acompañado, comprendido y escuchado. Reconocer lo que siente fortalece su autoestima y promueve un vínculo de confianza. Desarrollar una buena inteligencia emocional le permitirá identificar sus emociones, comprender su origen y gestionarlas de forma adecuada, tanto las agradables como las desagradables. Esta habilidad no solo contribuye a su bienestar personal, sino que también mejora su capacidad para interpretar las emociones de los demás, favoreciendo relaciones sociales más empáticas y saludables.
  5. Establecer expectativas realistas y adecuadas hacia el adolescente es fundamental para evitar que se sienta sobrepasado por la presión o las demandas del entorno. Cuando las metas impuestas superan sus capacidades, el joven puede experimentar frustración, ansiedad o una baja autoestima. Por el contrario, transmitirle que es valorado y aceptado tal como es, con sus fortalezas y debilidades, refuerza su confianza y motivación.
  6. Si el adolescente experimenta ansiedad de forma intensa o persistente, tiene dificultades para controlarla y esta interfiere en sus actividades cotidianas, será significativo buscar ayuda profesional especializada. Esto le permitirá expresar sus emociones y pensamientos, así como adquirir herramientas prácticas para gestionar sus miedos, fortalecer su autoestima y desarrollar su empatía.

En conclusión, la ansiedad en la adolescencia es una respuesta emocional común que, si no se gestiona adecuadamente, puede afectar profundamente el bienestar del joven. El acompañamiento de adultos de referencia, un entorno familiar afectuoso y la detección temprana de señales de alerta son claves para prevenir y abordar ese malestar.

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Sobre la firma

Sonia López Iglesias
Psicopedagoga, maestra y conferenciante. Especialista en educación emocional, comunicación y adolescencia. Colaboradora en diferentes portales educativos y en Club de las Malasmadres como experta en educación. Autora del libro 'El privilegio de vivir con un adolescente' (2023).
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