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El Magdeburgo sigue siendo la bestia negra del Barcelona de balonmano

Condicionado por la lesión de Mem y por las expulsiones rigurosas, el equipo azulgrana cae 30-31 ante los alemanes en las semifinales de la Champions

Dika Mem trata de lanzar ante la presencia de un rival del Magdeburgo.
Jordi Quixano

Una lesión, dos manotazos y un resbalón dieron al traste con el Barcelona, arruinado en el último minuto y medio frente a su bestia negra, un rival que elevó a la quinta potencia el alma gatuna, siete u ocho vidas, quizá más, un Magdeburgo inmune al desaliento que siempre vuelve o que nunca se va, finalmente vencedor del envite y finalista de la Champions. Volvía el verdugo maldito, también el gafe azulgrana. “Quiero ver el partido y no quiero contestar en caliente”, reflexionó después del partido y a pie de pista el técnico Carlos Ortega, en referencia a la rigurosidad arbitral, esa que se desprende como casera y alemana. “El criterio no ha sido igual para los dos equipos”, amplió Ariño. Lamentos que, sin embargo, no evitan que sea el Magdeburgo el que se bata con el Füchse Berlín por el cetro, al tiempo que el Barça disputará con el Nantes el tercer puesto, partido de consolación o de castigo.

El duelo comenzó de forma efervescente. Un ida y vuelta, de arriba abajo y vuelta a empezar, todo un frenesí para deleite del Barça, feliz con las transiciones vertiginosas. Ese era el plan de Carlos Ortega, sabedor de que al Magdeburgo le va la pausa, el ataque en estático y la defensa física. Quería el entrenador azulgrana darle al play sin freno, incomodar a un rival que ya le había doblegado en cuatro de los últimos siete envites, pocos tan dolorosos como la semifinal de hace dos años, cuando el conjunto alemán se llevó el trofeo. “Hay ganas de revancha”, deslizaban por la ciudad deportiva azulgrana dos días antes del encuentro, confiados en volver a explicar que no hay un equipo más grande en Europa que el azulgrana, ya con 12 entorchados por los cinco del Gummersbach y cuatro del Kiel y Magdeburgo. Pero se quedaron mudos.

N’Guessan, Frade, Carlsbogard… Se sucedían los goleadores en el Barcelona hasta que Dika Mem, el capitán, el jugador que si no es el mejor del mundo poco le falta —ahí aparece Gidsen, del Füchse—, se erigió en el faro azulgrana, siempre tan físico y habilidoso para descontar rivales con sus movimientos de cadera, también porteros con sus latigazos de zurdo. Cuatro de los siete primeros goles, Marsellesa en azulgrana. Supo el Magdeburgo, sin embargo, atemperar los nervios y estirar más sus ataques, hacer daño con la paciencia. Así que lo que sudaba corriendo hacia atrás, lo recuperaba atacando, resuello y goles para que el rival no abriera brecha. Y aunque el Barça llegó a irse de cuatro tantos, la rigurosa expulsión de Petrus le descompuso; una inferioridad que el Magdeburgo aprovechó de lo lindo, capaz de cerrar el acto con tablas (18-18). En el Barcelona, en cualquier caso, se miraba con fe a Mem y su recital, saltos con muelles y tiros teledirigidos, siete de ocho en la primera mitad. Ahí es nada. Y llegó la fatalidad.

De nuevo N’Guessan abrió la lata y Mem le dio continuidad. Pero, de repente, saltaron las alarmas. El 10 pidió el cambio a Ortega, preocupado porque algo le molestaba en el gemelo, estiramientos en la banda mientras los compañeros se jugaban las habichuelas. Ya no salía a defender y cuando regresó a la pista, ya con el 24-25 en contra (fue la primera vez que los alemanes tomaron la delantera), Mem se dio de bruces con el suelo, incapaz de andar, sacado del campo por sus compañeros con la sillita de la reina. Parecían rampas —un mal repetido durante su carrera—, nada grave pero sí de lo más engorrosas por el momento. Así, mientras el masajista trabajaba sobre el músculo de Mem, Nielsen levantaba la mano y las piernas, de nuevo desacreditando los sesudos estudios de que se necesita un físico privilegiado para triunfar. Aunque Magnusson, especialista en los penaltis, se ponía las botas, casi infalible. Mucha tralla para un Barça decaído, sin su jefe de filas, sin su luz.

Y aunque Nielsen paró y paró —13 atajadas en el duelo—, e incluso hizo un gol; y aunque el Barça supo aprovechar una inferioridad rival para ponerse 29-27, el guion tenía más giros inesperados. Se dio a falta de un minuto y medio, cuando Carlsbogard dio un manotazo a un rival para ver otra cartulina roja. También cuando, en la siguiente acción, Ariño patinó sobre el parquet y le hizo la zancadilla a un rival, de nuevo la roja como castigo. Y, con dos menos, elevado el Magdeburgo por su portero Portner, llegó la última acción y el gol sobre la bocina, balón al exterior, salto y tanto de Hornke. También la victoria del Magdeburgo, el rival que le tiene cogida la medida al Barça.

El Füchse Berlín gana sin la estrella Gidsel

Antes de la semifinal le cuestionaron al técnico del Nantes sobre el lateral del Füchse Berlín, Mathias Gidsel, considerado el dios del parquet por méritos propios, señalado como el mejor del mundo por la IHF por segundo año consecutivo, también MVP de los Juegos de París como anteriormente en el Mundial y Europeo. “Todo el mundo ha tratado de pararlo durante mucho tiempo y nadie ha sido capaz. Tenemos que tratar de reducir su impacto en el juego, pero no podemos esperar que solo marque dos goles en el partido”, resolvió Grégory Cojean.

Sucedió, sin embargo, que sí que se quedó con dos tantos, expulsado a los ocho minutos porque tras un resbalón levantó la pierna para acabar de hacer una entrada de fútbol. Roja y abrazo al colegiado, aceptación y resignación. Quizá porque su equipo no lo necesitaba, capaz de superar al Nantes por 34-24 gracias a la prodigiosa actuación del portero Milosavljev y los goles de Freihofer (10) y Andersson (7). Poco pudieron replicar los españoles Valero Rivera y Kauldi Odriozola. El Füchse es mucho Füchse sin Gidsel y, ya sabe el Magdeburgo, con él puede llegar a ser demasiado. Aunque eso se sabrá este domingo.

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Sobre la firma

Jordi Quixano
Redactor de Deportes en EL PAÍS desde 2003. Licenciado en la Universidad Ramon Llull. Ha cubierto una Eurocopa, un Mundial y varias Vueltas a España, además de llevar durante años la información del Barcelona, también del Atlético y ahora de polideportivo.
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