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Bruselas bien vale unos bailes

Tres veces más barata que París o Ámsterdam, la capital belga alumbra una nueva clase cultural al abrigo de la música electrónica, el arte alternativo y la recuperación de espacios con vanguardistas intervenciones arquitectónicas

Bruselas

Algo se mueve en Bruselas. Más allá de su condición algo gris de capital de la burocracia europea, del magnetismo de su herencia art nouveau y de sus tensiones multiculturales, la ciudad con las mejores patatas fritas del mundo parece dispuesta a renovarse por el encuentro entre la música electrónica, el arte alternativo y la recuperación de espacios arquitectónicos inesperados. Todo, aprovechando la temporada estival para multiplicar los eventos al aire libre con los que dinamizar el ocio local y el turismo foráneo. Para que se hagan una idea, solo en el fin de semana de mayo de nuestra visita, esta ciudad que apenas roza los 200.000 habitantes celebraba hasta seis festivales de música repartidos por lugares públicos: del ya emblemático Horst (que acoge hasta a 40.000 personas en tres días en la vecina localidad de Vilvoorde) a la Fête de l’Iris oficiada por el DJ Fatboy Slim frente al Palacio Real. Y este verano recibirá a algunas eminencias como Jean-Michel Jarre (el 1 de julio) o Kraftwerk (el 14 de agosto).

¿Qué ha sucedido en los años recientes para este vuelco cultural? Frederick Boutry, responsable de diversidad, vida nocturna y actividades deportivas de VisitBrussels, da una primera respuesta: “La música es una fuerza aglutinadora. Y estamos aprovechando ese empuje para actualizar la cara de la ciudad y dar una nueva vida a las muchas zonas verdes que tenemos. No hace falta ser un gran conocedor de la música para disfrutarla: basta con dejarse llevar por la curiosidad”, comenta el portavoz de la oficina de turismo. La capital acaba de batir su propio récord de visitas: 10 millones de pernoctaciones en 2024.

El festival Horst se celebra a 10 kilómetros al norte de Bruselas, en una antigua base militar que ofrece un paisaje distópico con las enormes chimeneas de una planta de gas abandonada de fondo.

Una nueva comunidad artística

Pero no solo sube el turismo. En la última década, también se ha producido una creciente oleada de creadores y artistas que buscan en el hogar del Manneken Pis el suyo propio. Lo razona Jochem Daelman, uno de los cuatro fundadores del festival Horst: “Vivir en Bruselas es tres veces más barato que en Berlín, Ámsterdam o París. Y estamos bien conectados con el resto de Europa. Hasta hace poco, muchos nos visitaban y pasaban de largo. La comunidad creativa de aquí digamos que no era muy grande y, con la mezcla idiomática del flamenco y el francés, tampoco demasiado accesible. Pero, sobre todo a raíz de la pandemia, muchos están buscando la manera de quedarse. A iniciativas culturales locales pequeñas se está sumando todo este flujo internacional. A eso hay que añadirle que se producen mayores apoyos políticos y la voluntad de recuperar algunos espacios”.

Un simple ejemplo, para hacerse una idea: el futuro Kanal Centre Pompidou, un ambicioso centro de arte contemporáneo franquicia del parisino que abrirá a finales de 2026, se asienta en la antigua fábrica de Citroën.

El bosque animado del festival Horst está poblado por obras de arte, como las enormes ratas doradas inflables de Esben Weile Kjær.

De la distopía festivalera a un bosque recuperado

Horst Arts and Music, organizado por el colectivo Onkruid, ejerce como uno de los grandes dinamizadores de la escena de vanguardia. Más que un festival, es una experiencia inmersiva donde la electrónica, el arte y la arquitectura conviven en un entorno único a apenas 20 minutos en tren desde el centro de Bruselas: Asiat Park, una antigua base militar dedicada a las telecomunicaciones que se convierte en un imaginario pueblito raver durante tres días. Nacido en 2014 en un castillo situado en la cercana Holsbeek, los responsables de Horst negociaron con las autoridades locales trasladar el festival aquí y recuperar este inmenso recinto. Su contrato les permite quedarse hasta 2031. “Nuestro objetivo es insuflarle una nueva vida respetando el entorno. Hemos conseguido también que nos permitan construir un puente peatonal [concebido por la arquitecta Sumayya Vally], para dejar en un lado un distrito más urbano, por decirlo de alguna manera, y al otro lado del río un parque con un museo al aire libre y un escenario permanente de conciertos”. También sueñan con hacer de una de las inmensas chimeneas de la antigua planta de gas un centro cultural, dice Daelman, pero, de momento, se conforman con que sirva de fondo de pantalla distópico con proyecciones de videoartistas durante el festival.

El escenario Dark Skies, del festival Horst, reparte el sonido de manera uniforme por toda la pista gracias a los 116 altavoces y 58 'subwoofers' que cuelgan de lo alto de su estructura.

Los escenarios de Horst, concebidos por renombrados arquitectos, han sido construidos con la ayuda de unos 300 voluntarios llegados de media Europa en busca de un aprendizaje comunal. Lo que empezó con una simple cabaña vernacular de madera del arquitecto Leopold Banchini ha crecido hasta albergar ocho escenarios. El más impactante, también de Banchini, es un pabellón abierto, bautizado como Dark Skies, de cuya estructura cuelgan 116 altavoces y 58 subwoofers para repartir los beats por igual entre todos los que bailan debajo. Un jaque mate sónico a otros festivales que esta edición atrajo a estrellas como Surgeon, Erol Alkan o Four Tet.

Arquitectura de lo imperfecto

El estudio de arquitectura madrileño Burr se incorporó este año al proyecto con una instalación fija que durante el festival alojaba performances y conferencias. El resto del año sirve de segunda sala para las fiestas mensuales de 24 horas del club que mantiene abierto Horst en este mismo recinto. “Antes de que nos llamaran, ya teníamos una conexión emocional con Horst, porque han colaborado muchos arquitectos de los que somos fans: De Vylder Vinck Taillieu, Atelier Bow Bow, Fala Atelier, Bruther, Assemble, Banchini, Piovenefabi… La premisa era montar un espacio flexible y que invitara a la interacción, tanto si acoge una fiesta como una charla. Lo circular está omnipresente, con una enorme cortina que se puede correr o descorrer, y que da una sensación de apertura y de abrigo al mismo tiempo”, explican Jorge Sobejano y Elena Fuertes, dos de los cuatro de Burr.

El Rain Room del festival Horst, diseñado por los arquitectos madrileños Burr, está concebido para albergar lo mismo una conferencia o una 'performance' que un fiestón.

Junto a sus socios de Burr, Sobejano y Fuertes visitan a menudo Bélgica para inspirarse. “Aunque Gante o Amberes acojan más referencias arquitectónicas, Bruselas está despertando. A la herencia art nouveau de Victor Horta y la estética institucional dosmilera del Barrio Europeo se están sumando iniciativas rupturistas. Estudios como De Vylder Vinck Taillieu y Office KGDVS han marcado en la última década una estética de lo inacabado, de la imperfección, del error de construcción, que puede verse en muchas de las nuevas galerías de arte, tiendas modernas, clubs nocturnos o centros culturales que van abriendo en la capital”. El emblemático palacio decó de bellas artes construido hace un siglo por Horta, renacido a principios de los dosmil como el espacio cultural Bozar, guía un poco esta filosofía de recuperar sin desmantelar la memoria de cada lugar.

El futuro tiene memoria

La galería de artistas emergentes Stems, por ejemplo, ocupa la antigua cantina de los laboratorios Solvay, donde coincidieron almorzando eminencias científicas como Albert Einstein y Marie Curie durante el célebre congreso Solvay de 1927. La pandemia frustró que abriera aquí un gimnasio de boxeo y hoy este espacio regentado por Marion Marguerite Denné, sobrina política de Dries Van Noten, es una de las galerías más pujantes de la escena. Y los responsables del club pluridisciplinar Reset, organizadores de las fiestas Arty Farty, acaban de tomar la antigua sede del Banco Nacional, frente a la catedral, para montar Reset Atelier, una sala de exposiciones y estudios de artista. Justo encima queda la actual Bolsa de Bruselas. Como explica Alizée Loubet, una de las 14 artistas que actualmente lo ocupan: “Desde la placidez del jardín de nuestro estudio, si miras hacia los ventanales de la planta superior, ves a un montón de brokers estresados y todos esos es vomitando números. Ese contraste tan bestia que se manifiesta en este edificio es algo muy común en Bruselas”.

Reset Atelier es un espacio de arte independiente que alberga estudios de artista y opera en los bajos de la actual sede de la Bolsa de Bruselas.

La chocante convivencia entre lo establecido y lo rupturista, entre el atractivo de lo feo y la extrañeza de lo bello, marca el trazado urbanístico y arquitectónico de la capital belga. Algo que se manifiesta en toda su esencia en Le Botanique, en el impresionante antiguo invernadero del Jardín Botánico de Bruselas. Rodeado de un mix imposible —anodinos edificios de oficinas, hoteles y una antigua iglesia transformada en casa okupa—, esgrime una de las programaciones más efervescentes de la ciudad: solo esta primavera han tocado allí Stereolab, Azealia Banks o Toccororo.

Le Botanique, presidido por un antiguo invernadero neoclásico, ofrece una de las mejores programaciones de música alternativa de Bruselas.

Pero hay un catalizador fundamental que todo el mundo coincide en apuntar para este cambio en Bruselas: Kiosk Radio. Inspirada en la radio neoyorquina The Lot, esta emisora ocupa desde 2017 un humilde quiosco de madera del Parque de Bruselas (conocido antiguamente como Parque Real) y ejerce de punto de encuentro de todos los agitadores culturales mencionados en este reportaje.

Kiosk Radio invita a DJs de sellos locales como Crevette a tomar en directo ocho horas al día su pequeña cabina de madera.

Kiosk Radio emite sesiones 24/7, ocho horas cada jornada con los DJs en vivo dentro de su cabina de apenas cinco metros cuadrados. Aquí lo mismo cae una cervecita después del trabajo que se improvisa el fiestón para cerrar el Orgullo Gay. Explica su éxito Nicolas Bucci, uno de sus fundadores: “Antes de que abriéramos Kiosk Radio este parque era un poco gris, servía de paso apresurado para los trabajadores de los edificios públicos que lo rodean o de zona de cruising gay. Ahora es un lugar donde conectar con gente afín mientras te diviertes”.

Kiosk Radio es una emisora de música electrónica en un viejo kiosco de madera que ha dotado de una renovada vida al Parque de Bruselas.

Ha sido tal su éxito, que han convencido a las autoridades para que les cedan el espectacular anfiteatro neomorisco junto al pabellón Vauxhall, en este mismo parque, para organizar un festival electrónico para unas 1.500 personas al día. Bautizado como Woodblocks, del 5 al 7 de septiembre celebrará su tercera edición. “El verano es muy propicio para celebrar al aire libre, pero el invierno en Bruselas es muy duro, y más cuando lo vives desde un quiosco en mitad de un parque. Muchas veces no se ve todo lo que hay detrás para mantener vivo esto. Asegúrate de decirle a tus lectores que llueva o nieve, estamos aquí todo el año. El activismo cultural no es una cosa de temporada, requiere un compromiso de 365 días”. Dicho queda.

El festival electrónico Woodblocks, organizado por Kiosk Radio junto al pabellón Vauxhall, en el Parque de Bruselas.

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